13 de octubre de 2008

Normalidad

Una vez me dijo mi amiga Lola que tenía un gran defecto: que me río tanto de la vida y disfruto tanto con todo lo que me pasa que jamás encuentran ninguna sombra de problemas en mis conversaciones.
Otra vez Juan me comentó que tengo tanta energía y me echo tanto todo a la espalda que parezco fría e inquebrantable como si nada pudiera hacerme daño, dura como una roca, inconsciente en algunos casos.
Y es cierto, no me gusta contar mis penas ni que nadie nunca me note triste. Y hay días en los que nada más levantarme me duele el alma al toparme con mi realidad. Pero entonces, me pongo algo que me haga sentir libre y bonita y salgo a la calle como si nada ocuriera a mi alrededor. Así un día y otro, esperando no sé qué. Así toda la vida, y cuando una etapa mala acaba, pronto llega otra. ¿Normalidad? yo ya no recuerdo lo que es una casa normal, no existe para un hogar como el mío, para una familia que vive con Parkinson, porque uno sufra la enfermedad, pero todos acabamos enfermos de uno u otro modo.
El otro día me quedé mirándola, y entendí de donde sale esa fuerza y ese "yo no tengo problemas si no contratiempos" que dirige los hilos de mi vida. Proviene de ella, de mi madre, todas las madres son sobrenaturales, la mía ádemás es una heroína.
Podré heredar muchas o pocas cosas, nunca se sabe. Pero mi madre me ha dejado ya lo mejor. Afrontar con optimismo cualquier problema y sobretodo tener esperanza ante algo que no tiene marcha atrás y que va a peor. Ella sin embargo sabe convertir lo peor en especial; y yo estoy aprendiendo.

2 comentarios:

Silvia dijo...

¡¡cómo te entindeo Carmenchu!!! CÓMO!!
A mi me pasa como a ti.. Cambia Parkinson por Alzheimer.. y cambia madre por padre. Y tambien intento vestirme todos los días con una sonrisa.
Un beso bonita mia!!

Carmenchu dijo...

Todo esto nos hacer fuertes. Y caminar con una amplia sonrisa, verdad?
Otro beso para ti