24 de agosto de 2011

Adiós, tita Rocío.

Dice mi madre que los buenos rocieros mueren en fechas cercanas al Rocío, tú te has ido en el Rocío chico, tarde como acostumbrabas a hacer, en la última oportunidad, casi que no llegas.

Te has ido solita, como en mis pesadillas gaditanas: acostada en la camita, agonizando y mi madre preocupada llamando por teléfono. Llegamos tarde a por ti, aunque creo que de nada hubiera servido ir antes. Te encontramos fallecida, como en mis pesadillas, acostada, con un ventilador puesto frente a tu cama para paliar la noche más calurosa de este año.

La última vez que viniste a casa, fuiste feliz, disfrutaste, agradeciste los besos y las caricias. Siempre me llamó la atención de ti como agradecías cualquier gesto de cariño y solía pensar en lo triste que sería tu vida, en la que nunca hubo un amor de verdad, más allá del de tus padres, tus hermanos y tus sobrinos.

Estabas y te sentías muy sola, y a pesar de lo que digan todos, que tú querías estar así de independiente, yo sé que en cuanto por fin la soledad se había convertido en tu compañera de piso, la aborreciste. Supongo que no era fácil recular. Lo sé porque cuando yo me encontraba solita te faltaba tiempo para darme tu aliento. Te quedaste conmigo cuando me atemorizaba dormir sola en mi casa la primera vez que tuve que hacerlo y me llamabas cada noche cuando estaba en Cádiz para que me sintiera acompañada –Yo sé lo que es estar solita- me decías. ¿Por qué no te vendrías conmigo allí unos días? Sabías que tenías una cama y podías ver el mar desde el balcón. Hay tantas cosas que te negaste a hacer.

Siento que nos hemos despistado esta semana contigo, que no tenía por qué haber sucedido todo así. Recuerdo haber discutido el miércoles –Se me ha subido el azúcar con lo de tu padre- Ahora me retumba en la cabeza esa frase. Vi una llamada perdida tuya el jueves, creo y pensé, mañana la llamo. Siempre te dejaba para luego o se me olvidaba volver a llamarte. Tus llamadas eran desesperantes, aquí entre tú y yo, eran de horas; nunca nos venían bien a ninguno. A veces no nos damos cuenta de lo que los demás nos necesitan hasta que ya no están.

Venías anunciando que estabas muy malita desde hacía tiempo y te ha pasado lo mismo que al del cuento del lobo. – Ten hijos pronto Carmen, yo sé que me estoy muriendo y me gustaría conocer algún hijo tuyo antes de morirme- Has dejado tu piso nuevo montado, sin estrenar. Ironías de la vida te has ido cuando por fin tenías todo para mudarte. ¿Qué pasaba por tu mente para no cuidarte si aventurabas que andabas mal? – Ateroesclerosis, tabaquismo severo, diabetes… esta señora no se cuidaba nada- así sentenció el forense que realizó tu autopsia. ¿Por qué, por qué viviste tan anárquicamente, alejada de la realidad?

Siempre fuiste extraña, muy extraña; y a tu extraño carácter se le sumaron las rarezas de las personas que viven solas durante siete años. Las circunstancias de tu muerte también han sido extrañas.

Llegamos de la clínica el viernes, agotadas por todo lo acontecido con la última caída de mi padre. Llegamos tristes, intentando organizar en nuestras mentes cómo afrontar la vida ahora que mi padre no puede prácticamente moverse. Yo llevaba toda la semana con muy mal cuerpo, con malos presentimientos, barruntando desgracias y la noche del jueves al viernes no pude dormir nada, pensando en todo momento que era por mi padre. Estuve toda la semana pidiéndole a la abuela que me diera una señal, pero no me dio ninguna, ahora pienso que quería que te fueras ya con ella y por eso no me avisó de nada. Estuve torpe Rocío.

Sonó el teléfono y escuché a mi madre – ¿Qué te encuentras muy mal? Rocío, hija, no tengo la cabeza para mucho, acabamos de aterrizar y estoy que no puedo. Bueno pues si te vas a acostar hablamos más tarde o si no mañana- No volviste a llamar nunca. Esa conversación me retumba más que nunca. Me pregunto qué hubiera pasado si hubiéramos ido a por ti como en diciembre del año pasado, cuando te encontrabas también muy mal y pudiste recuperarte en casa. Tendríamos que habernos alertado a las 12 de la noche al no recibir ninguna de tus llamadas de esa hora. Tendría que haberme dado cuenta que no habías llamado para que viéramos el especial de Erika Leiva, que te encantaba. Estábamos demasiado cansadas.

No recibimos llamadas tuyas en todo el sábado. Tampoco cogías el teléfono –Mamá seguro que ha salido y te llama luego- no me preocupé hasta que al volver a las 2 de la mañana supe que seguías sin dar señales de vida. Entonces sí mis alarmas se encendieron y caí en que la noche anterior tampoco habías llamado. Mi madre pensó que te podían haber atropellado o haberte caído en mitad de la calle, estabas en algún hospital y no podían dar con nosotros. Llamé a todos los hospitales buscándote esperanzada en encontrarte, pero no di contigo en ninguno de ellos.

Seguíamos llamando a tu casa –Rocío, venga coge el teléfono, no seas así, levántate tita, despiértate aunque te enfades conmigo- Pero nada, en el fijo de tu casa nadie contestaba y el móvil estaba apagado –Quizás se haya ido al piso nuevo, tenía que ir el que le está montando la cocina. Tal vez le ha caído la noche y ha decidido quedarse allí y si se ha quedado sin batería en el móvil pues no puede llamarnos- mi madre se aferraba a esa idea. Sin embargo las dos sabíamos que de algún modo hubiera avisado. -¿Y si está caída en el suelo de la casa y no puede coger el teléfono para pedirnos ayuda? Mamá vámonos para allá, no vaya a ser que por no llegar a tiempo, si tiene algún problema, sea peor- Comencé a agobiarme, aunque el sueño me vencía, demasiada tensión acumulada la semana anterior con la operación de mi padre. No podíamos ir a auxiliarte las dos, alguna tenía que quedarse con él. Eran las 4 y pico de la mañana, tampoco podíamos avisar a mucha gente. Creo que mi madre presentía ya lo peor, le dio miedo del qué podríamos encontrar en tu casa, no quería que fuésemos solas tan tarde. –Lo mismo se ha ido al Rocío chico, a la ver a la Virgen- las palabras de mi madre nunca fueron tan verdad –Mamá, por favor, las dos sabemos que ella llama hasta para decir que va a la esquina. Vamos a su casa, le tiene que pasar algo seguro- Estaba asustada, no quería pensar que te pasaba algo grave. Mi pesadilla gaditana parecía estar cobrando vida en la ti. Yo quería ir a auxiliarte, pensaba realmente que estabas caída en el suelo. No fuimos, mi madre estaba aturdida, muy aturdida.

La mañana del domingo empezó a complicarse. El primo fue a buscarte al piso nuevo, creyendo que la teoría de mi madre podría ser verdad – La tita no está en el piso nuevo- Estaba claro que tenías que estar en casa. El corazón nos palpitaba más y más rápido. Me quedé con mi padre y mi madre fue a por ti acompañada de mi cuñado, llegaron también el primo y Ana.

Llamé angustiada a Miguel Ángel –Hemos intentado abrir, pero la llave está metida por detrás, tu tía está dentro de la casa, hemos llamado a la policía y vienen para acá con los bomberos-, sentí ganas de vomitar -¿Pero qué le pasa?, ¿os ha contestado?- me respondió lo peor –No, no contesta- Ni 10 minutos más tarde me dijo –Tu tía ha fallecido, parece que le ha dado un infarto durmiendo- Me resuenan en la cabeza esas palabras. Así lo corroboró la autopsia. Siempre tendré la duda de si sufrirías o no, ¿a qué hora te fuiste?, ¿fue el viernes por la noche o el sábado por la mañana? Tendré que esperar a que recojan el informe para despejar esa duda. Aunque creo sinceramente que fue el viernes, si no nos hubieras llamado, como siempre, a las 11 de la noche.

Me caí en la cocina, igual que cuando la abuelita murió me caí en la puerta de su cuarto. Creo que me va a costar mucho asimilar tu muerte, ¿Por qué te has ido así? Tu muerte ha sido tan surrealista como tu propia vida. Nos has dejado una extraña sensación. Nunca he ido a un funeral tan triste, tan solito, sin hijos, sin nietos, sin amigos, sin marido… como era tu mundo, únicamente tus hermanos y sobrinos con sus parejas. Dejas un piso montado sin estrenar, muchas incógnitas y muchas pertenencias que guardabas celosamente, sin querer que nadie las tocara y que ahora vamos a tener que revisar entre muchos. Cuantas dudas sobre tu hermética forma de ser.

No he querido verte muerta, como a ninguno de mis seres queridos. Pero me gustó llevar tus cenizas hasta la tumba, sé que donde estés eso te hizo tranquilizar. Fue como darte un último abrazo, uno de esos que casi nadie te daba y que cuando yo lo hacía te arrancaban una sonrisa y te hacían cerrar los ojos como intentando eternizar el momento. En ese trayecto pude darte, una vez más las gracias, por haberme querido como lo hiciste, a tu extraña y oscura manera, pero sé que me querías mucho. Igual que sé que te hubiera gustado más aún si tus cenizas las hubiera portado mi hermana. Te di las gracias también por acompañarme en mis momentos de soledad. Sabes que desde que volví de Cádiz, en la medida de lo posible, te hacía más caso.

Nos quedan en el aire muchas preguntas, muchos por qué, por qué, por qué; no sólo de tu muerte si no de tu vida en general. ¿Qué pasaba por tu cabeza?, ¿qué te había ocurrido a lo largo de tus 59 años para haberte convertido en una persona tan rara y solitaria?, ¿fuiste feliz en algún momento?

Aquí en mi casa, con todo el problema de mi padre, no tenemos tiempo de reposar tu muerte, como ocurrió con la de Gonzalo. Y sí a los dos os pasaba lo mismo, en vuestras peleas, siempre creíais que mi madre le daba la razón al otro, pero no era así mediaba entre los dos como mejor podía. Tú creías que estaba siempre del lado de Gonzalo y él del tuyo. Ojalá, allá donde estéis ahora, junto a vuestros padres, seáis capaces de limar vuestras asperezas y ver cuánto os chinchasteis el uno al otro.

Se ha muerto mi tita Rocío, la soltera. Te escribo porque es la manera que tengo para expulsar lo que llevo dentro, siempre lo hago así. Ya estás con tu mami, como siempre estuviste y que ya te esté cuidando porque le vida ha demostrado que tú solita no sabías cuidarte. Sabes que te quiero chiquitita. Te pido cuatro favores:
1. Haz las paces con el tito, así mi madre estará más tranquila.
2. Cuida de nosotros desde ahí. Sabes que estamos pasando por situaciones complicadas.
3. Descansa en paz y sé feliz en el otro mundo.
4. Y lo más importante, dile a la abuela cuanto la quiero y lo mucho que la extraño, cada vez un poquito más.

31 de julio de 2011

En una Bola de nieve


Llevábamos más de tres meses sin vernos. Un tiempo en el que habíamos discutido día si, día no. Cogí el tren que me llevaba hasta Málaga preguntándome si realmente quería hacer aquel viaje. En el último mes había llegado incluso a pensar si él existía, si era real. Me había planteado tantas veces si aquella relación me llevaba a algo, que camino del norte de Irlanda me sentía absurda. Tenía la mente agotada y estaba cansada, en una semana había ido y vuelto de Cádiz a Sevilla 3 veces.
El viaje fue largo, un tren hasta Málaga y allí cogí el vuelo para ir a Belfast. Era diciembre y ahora, 8 meses más tarde, yendo en otro tren para Málaga (pero esta vez para pasar unos días de playa) no puedo parar de pensar en aquel viaje.
Tenía en mi cabeza bien pensado todo lo que iba a decirle. Llevaba semanas meditando y estudiando cómo expresar mis sentimientos, mis miedos y mis necesidades. Estaba dispuesta a poner fin a la distancia y al vacío que me llevaba comiendo meses. Creo que por momentos lo odiaba incluso por hacerme daño, aunque no lo hiciera queriendo.
El vuelo fue largo, muy largo. Antes de que yo aterrizara, los controladores aéreos españoles convocaron la huelga general. Si mi vuelo hubiera salido un par de horas más tarde, no habría podido irme.
En mi avión volaba un grupo de universitarios que iban a visitar a una compañera que estaba de erasmus. Intenté dormir pero sus partidas de cartas y sus risas no me dejaron. Parecía que no aterrizaríamos nunca.
De repente la isla de Irlanda apreció por la ventanilla, pequeña y blanca, totalmente cubierta por la nieve de los temporales que la azotaban lo último días El avión comenzó a hacer movimientos raros, creo que dimos vueltas y vueltas por el aire, me empezaba a impacientar, hasta que empezamos a tomar tierra.
El aterrizaje fue terrible, pasé miedo, me descompuse cuando vi a las azafatas sentarse. Fue el último vuelo que aterrizó en ese aeropuerto ese día y durante 2 días más, lo cerraron a causa del temporal de nieve. Habíamos estado a punto de aterrizar en Dublín. Si hubiéramos llegado más tarde, no podría haber aterrizado en Belfast. Los estudiantes aplaudieron cuando por fin paramos en el aeropuerto.
Pusieron el hilo musical del avión. Sonó Merry Christmas y los pasajeros aplaudieron con entusiasmo. Era 3 de diciembre, se acercaba la Navidad, adoro la Navidad.
Cuando bajé por las escaleras nevaba, el frío me dio en la cara, estaba en el norte de Irlanda, como todos los carteles me indicaban, tuve miedo no sé por qué.
Entré en el baño a pintarme para ponerme "guapa" las extranjeras me miraban. Siempre me miran cuando cruzo los Pirineos, creo que me miran incluso cuando cruzo Despeñaperros. Una vez más pensé: yo soy más africana que europea, cada vez lo tengo más claro.
Miré a mi alrededor: cabellos rubios, castaños cenizas y pelirrojos, lisos; ojos claros y pieles muy blancas. Me miré en el espejo: pelo oscuro, rizado y largo; ojos negros.
Siguiendo las instrucciones me subí en el autobús que me llevaba a la ciudad. Todo estaba cubierto de hielo y nieve. No veía la nieve desde que tenía 10 años. Comencé a ver paisajes verdes y blancos. Llevaba los pies helados del tiempo que había esperado en la parada.
Creo que en ese instante alguien nos metió en una bola de cristal de souvenir, de las que se regalan, donde hay miniciudades u otros motivos y al agitarlas caen copos de nieve. Ahí, estábamos metidos.
Por mucho que leía la impaciencia me comía, en la revista apareció un artículo titulado “Relaciones a distancia: ventajas e inconvenientes. Muy oportuno. Parecía que no lo iba a ver nunca, me preguntaba cómo lo encontraría.
Belfast apareció ante mi plagada de luces de Navidad, los ojos se me abrieron, ¿he dicho ya que adoro la Navidad? Parecía un cuento.
Me bajé donde él me había indicado, llevaba 8 horas de viaje. Pero no estaba, no lo encontraba y él a mi tampoco. Dimos vueltas en redondo por la estación uno detrás del otro, deseperados por reencontranos, hasta que así sucedió.
No puedo describir el momento. Quería besarlo, quería olerlo, quería tocarlo, quería odiarlo por la distancia... pero recuerdo que nos mirábamos una y otra vez, como si nunca antes nos hubiéramos visto –Tienes la nariz helada - me dijo. De repente se me pasó el frío. Ese alguien agitó la bola y cayeron estrellas azules.
Los días pasaron rápidos y nosotros tuvimos tiempo para, entre otras cosas, hablar mucho. No fue hasta el último día cuando realmente pude expulsar todo lo que llevaba dentro. Esos días me enfrenté a muchos de miedos: al vértigo entre otros.
Podríamos hablar de ultimatum, por parte de los dos, quizás si. Lo que realmente recuerdo es que yo quería abrocharme a él para no dejarlo de nuevo en Belfast. No quería volver sola.
La huelga de controladores se desconvocó y el aeropuerto de Belfast volvió a tener tráfico normal. En el fondo deseábamos tener que quedarnos atrapados por la nieve.
Llegamos de nuevo a la estación de autobuses en la que día antes nos habíamos buscado en redondo. Me pareció más pequeño e indefenso que nunca en el andén, agitando la mano para despedirse, teníamos ganas de llorar, pero ninguno de los dos lo hizo. Lanoche estaba de nuevo muy fría, el hielo se metió otra vez en mis huesos. E hice el camino a la inversa repasando en mi mente las escenas de esos días: los gigantes, el mercadillo, la nieve depositada en la ventana de mi habitación, las vírgenes iluminadas en las casas del barrio católico, nosotros…
Aterricé en Málaga, la luz era cálida. Sentí el sol en mi cara. Alguien nos había sacado de la bolita de nieve.
Volví a mis rutinas. Unos días más tarde me llamó -me vuelvo a España, ya tengo los billetes (...) me vuelvo porque te quiero (…)
Lloré sola en el piso de Cádiz. Me puse a contar los días que faltaban para el 18 de diciembre.

5 de julio de 2011

No me llames Dolores, llámame Lola

Se ha casado Lola, Loul o mi Lola, como solía llamarla cuando aún estaba en Ogilvy. Su boda no ha sido una boda al uso, tampoco lo es ella, ni su vida personal. Lola es de ese tipo de amigas con la que nunca te aburres, con la que sabes que quedar es una apuesta segura para la diversión.

Lola es capaz de hacer que sus amigas persigan a un tipo abominable y se escondan detrás de quiosquitos por el simple hecho de ver con quién ha quedado. Lola come fatal. Lola divierte con sus historias. Lola siempre tiene una sonrisa en los labios. Lola siempre fue sexy a pesar de sus imperfectas medidas.

Lola es tóxica, Lola va irremediablemente ligada a una de las mejores etapas de mi vida. Una etapa en la que nos partíamos la cara para salir adelante y en la que, sin un duro, salíamos todos los días y no parábamos de reír.

Lola supo compartir conmigo sus miedos y sus penas en una etapa donde lo que menos preocupaba era el futuro, sólo mirábamos el presente y pensábamos en montar aquella organizadora de bodas… una época en la que no había trabajo, ni novios; sólo tu descapotable y las ganas de pasarlo bien, aunque fuese 1 de enero y no hubiera nadie en la calle…eran tiempos de buscar planes para fin de año, eran tiempos de fiestas de tunos, eran tiempos de reagueton, eran tiempos de Bridgets.

Cuando te vi llegar entre aquellos olivos recordé una tarde de café en la que hablamos de cómo nos gustaría que fuesen nuestras bodas. Ya entonces el trabajo y los novios nos habían comido el terreno la una a la otra. Tu boda ha sido tal y como la describiste, en tu campo, en una tarde de verano y bailando salsa con Andrés; auténtica como tú eres Lola; única.

Ha sido para mí un fin de semana lleno de ilusión y de emociones, que tu boda me ha regalado: las charlas con mis niñas; las risas con Raul, Likus y Manolo; la gente del pueblo; el cachondeo por la actuación estelar de Maru; las llantinas durante la ceremonia; mi novio observándome a lo lejos y guiñándome mientras vosotros os dabais el sí quiero.

Lola ya eres una mujer casada pero para mí siempre seguirás la más Bridgets de las Bridgets.

Éste es mi homenaje para ti. Loul te quiero mucho.

5 de noviembre de 2010

Un otoño distinto

De repente uno de los grandes sueños de mi vida se ha puesto a mis pies. Cada tarde me siento en la terraza del apartamento a almorzar y a trabajar mientras contemplo el mar. La Playa de Victoria se me presenta así con una luz otoñal que solamente los amantes del agua apreciamos. Las olas, serenas ellas, me acompañan en mis solitarias tardes y me arrullan por la noche para que concilie el sueño.
Poco a poco el apartamento se va adaptando a mí, o yo a él. Lo que el primer día me parecía tan extraño se empieza a tornar dulce, es el placer de lo que se sabe corto en el tiempo. Mis tardes se hacen más y más melancólicas. ¿Cuándo regresará? Bueno yo misma tengo un aire melancólico. Si, es un buen momento. Con el trabajo también estoy sufriendo el mismo proceso de adaptación. Me siento segura.
Me abrigo un poco para poder seguir disfrutando de la brisa, mientras termino algunos documentos. El color plata del agua va dando paso a la noche oscura. No me da miedo la noche en la playa, me da tranquilidad, me gusta contemplarla . Creo que me agrada más así que en verano. Estoy en otra esfera en mi mundo gaditano. Diferente, más yo, nuevo, espectante.
A veces creo que el Atlántico me habla, es como si me dijera –ven- y yo me imagino fundiéndome con esas parlanchinas olas que me atrapan y me llevan de un lado para otro. He llegado a la conclusión de que pertenezco al Atlántico. Ya lo he dicho varias veces, el día que deje de respirar quiero esparcirme por él, entonces si que me fundiré con él. Lo amo. AMOR, ¿cuándo volverá? Y me llegan recuerdos de tu hermano pequeño, besos a la orilla del Mediterráneo, proyectos, ¿promesas?
Hace frío para seguir en la terraza. A pesar de la soledad, estoy disfrutando de mi estancia en Cádiz, estoy disfrutando su extraña compañía. Cierro las ventanas. Dentro espero que suene el teléfono. Espero, siempre estoy esperando.

No este año no voy a hacerme propósitos para el 2011, lo que pase, pasará.

Suena el teléfono.

23 de agosto de 2010

Una estrella


Mi abuela tenía una estrella en la mano. Una vez leí, no me acuerdo dónde, que las personas que tienen una estrella en la mano es porque tuvieron un golpe de suerte en la vida. La suya la descubrí un día de éstos en lo que me entretenía dándole masajes con alcohol de romero en las piernas para ver si se le aliviaban las varices. Ya entonces comenzaba mi gusto por la medicina alternativa, los aceites esenciales y las yerbas. Me quedé mirando sorprendida su estrella:
-Abuela ¡tienes una estrella en la mano!- le grité- ¿Sabes que eso significa que te ha pasado algo muy afortunado en su vida?- Y ella me respondió- ¿Si? Pues eso debe de ser por tu abuelo, lo mejor que me ha ocurrido en esta vida fue conocer a mi Pepe y casarme con él- Yo solía mirarla embobada cuando contaba sus anécdotas. No puedo recordar con qué anécdota continuó aquella conversación, algo sobre el abuelo, si. Pero lo que sí sé es que el sol entraba por la ventana y la iluminaba dándole un aura mística. Seguía mirando su estrella y pensando en su golpe de suerte. Me pareció maravilloso que a pesar de los años y del tiempo que llevaba viuda, sus ojos brillaban al recordar a su marido e incluso se ponía coqueta; y yo anhelé tener también ese golpe. Miré mis manos, no tenía ninguna estrella, tampoco tenía edad para ello, pero yo quería mi estrella.
La luz continuó entrando y entonces concluí que para tener la mía tendría que ser tan maravillosa como ella y desprender esa luminosidad. Pocas personas brillan y son tan especiales como lo era mi abuela.
Este fin de semana me miré las manos, han pasado más de 5 años de aquello, una estrella comienza a dibujarse en mi mano.
Mi abuela tenía una estrella en la mano.

25 de abril de 2010

Strategias Asesoramiento

Aquí continúo con una jornada de trabajo, a la caza de un nuevo cliente y parece que va a salir. Me hubiera gustado grabar la reunión con ellos o con alguna de las empresas con las que trabajamos, pero ninguno estaba dispuesto. Así que he tenido que reguionizar la pieza.