26 de junio de 2008

A Matilde Fernández (1)

-Cuando paseaba por la Gran Vía era un escándolo, todos se giraban para verla pasar- me decía la tita Angustia. La tita Angustia tiene esa mirada de las personas a las que se les han secado las lágrimas, y sin embargo no pierde la sonrisa, el buen humor. Por su mente desfilaron los nombres y caras de todos los seres a los que Angustia había perdido y su memoria ponía cara, aunque fuese en blanco y negro: sus hijos Marian y Luisito, su marido, sus cinco hermanos, un yerno que la quiso como una madre, la gran mayoría de sus amistades.
Mira por la ventana, Granada en invierno no puede estar más hermosa, como ella. -A ver si viene Alejandro, tú ya lo conoces se va con sus amistades, y se pierden por ahí. A veces ni duerme por aquí. Y es lo que yo le digo, si en casa de tu abuela hijo no te falta techo y un plato caliente. Pero este niño me va a matar. El pobre, si es que... ¿Te quedarás a cenar verdad?-
La pobre Angustia omite que su nieto vive en una casa okupa.
La anécdota de la máscara, la de la vez que hicieron de las tres marías, la de la amiga que acogió el piojo verde al saltar a una tumba, la de los veranos en el Carmen -Le regalaron un par de guantes muy bonitos y para que yo también pudiera llevarlos, me daba uno y cada una llevábamos una mano cubierta. Decíamos que la pareja iba en el bolso. Era tan guapa, ¡qué pena de mi matildita!-
Angustita le relataba las misma anécdotas que había escuchado una y otra vez, una y otra vez, lo mismo pero en otra voz. Le agarró la mano, era lo más parecido a tocarla, al fin y al cabo era su hermana. Su coquetería, su sonrisa, su alegría...se aferró a esa arrugada mano que tantas historias alberga - Qué linda eres Carmencita, con razón tu abuela te quería tanto. Siempre me repetía: qué lista es mi Carmen, y qué educada, qué buena, qué guapa- El corazón se le reconfortó. -¿Por qué no vienes más a menudo por aquí?, me gusta que vengas a visitarme, a veces me siento muy solita, aunque tu prima viene por aquí mucho con la niña, ¡qué primor!-
Bajó a la calle, las noches granaínas de diciembre son muy frías, caminó tranquilamente hasta el hotel. Miraba cada ricón como esperando encontrar a su abuela en ellos. Las anécdotas se sucedían de nuevo en su mente. El aire de su abuela la invadió -Tengo que venir más a ver a la tita Angustia- Siguió pensando en su abuela.

19 de junio de 2008

Esta noche


Me muero de ganas de estar ya en el concierto de Miguel Bosé esta noche. ¡Qué tío más grande!

11 de junio de 2008

Una sonrisa

Hay días en los que todo está mal sin motivo alguno. Te levantas tarde, abres el correo electrónico y todo son mails de problemas laborales que debes resolver a la mayor brevedad posible, en medio se te "escacharra" el ordenador, un sms de una amiga deprimida (y piensas no sé cuál de las dos está más amargada), tu jefe te bronquea, los zapatos de hacen heridas, la bicicleta se te ha pinchado, te peleas con tu madre, tienes que ir a un evento y te manchas la ropa, todo parece que lo haces al revés,
Por estas pistas más de una habrá pensado ¡te va a bajar la regla! Nooooo, no es eso.
Un día de esos tan catastrófico es en los que más aprecias una sonrisa.
En esa maraña de negatividad de repente, alguien te cuenta algo que te hace sonreir y los nublados desaparecen (gracias Lola)
O te espera alguien cuya sonrisa de alegría al verte te llena tanto que rellena todos los vacíos del día (gracias Menúa)
O alguien te recuerda lo mucho que te aprecia y te arranca una sonrisa (gracias Toñita)
O te llega un sms con algo inesperado, tan alejado a todo lo que te está pasando que te abstrae de la maraña y te sonríes (gracias Reducido)
O te recuerdan alguna anécdota que te ocurrió y no te queda más remedio que reirte (gracias Bolita)
O alguien te dice lo mucho que le gusta tu sonrisa y claro, ´¿cómo negarte a echar una? (gracias Chiquito)
O simplemente te recuerdan que tu sonrisa le alegra el día a otros que si que tienen problemas de verdad y no un mal día (gracias Mª de la Cruz Matilde)

Yo por si acaso, sea el día que sea, procuro sonreirme todo lo que puedo

5 de junio de 2008

La danza

Me gusta la danza: verla y practicarla (ojo, nadie crea que soy bailarina, ya me gustaría) es belleza pura.

Aunque mi cumpleaños fue en febrero, mi Toñita me dio mi regalo el pasado martes (muchísimas gracias). Me llevó a ver la versión de Carmen que hizo Antonio Gades. Sólo hay baile y música (cante flamenco y algunas piezas de la ópera de Bizet). La escenografía es minimalista, escenario negro y juegos de luces, y unas sillas y mesas que lo mismo hacían de cama que de escaleras. El espectáculo es maravilloso, muy ágil, muy expresivo, ni un momento para dejar de prestarle atención. Es muy grande conseguir decir tanto con tan pocos elementos.

Lo que os diga me gusta la danza. Qué de sensaciones transmite.

Por supuesto salí del Maestranza pensando que quiero aprender a bailar flamenco (una de mis grandes asignaturas pendientes, y hacer mi tesis algún día, y retomar el inglés y el francés, y cambiar de trabajo... mejor ni lo pienso)

Al día sigueinte, ayer, la danza volvió a emocionarme. Estuve en mis clases de danza del vientre (he de reconocer que soy así de pachanguera bailo salsa, chachachá...y ahora estoy entusiasmada con la danza oriental: lo dije antes, bailarina frustrada) Es una disciplina bastante complicada, aunque a priori se vea sencilla; la postura corporal, el control del vientre y la cadera, el manejo del velo...demasiado para alguien tan Pepe Viyuela como yo.

A lo que iba, el caso es que la profesora bailó a modo de demostración una coreografía, que la muy cachonda pretende que aprendamos. Y fue tan hermoso verla, la suavidad de los movimientos, el juego de las telas de colores, las manos... todo muy bonito, todo muy mítico. La pena era el espacio que no acompañaba.

La danza volvió a transmitirme. La danza es magia.

He de decir que después, cuando me vi a mi misma en chandal, intentando hacer lo que Nure había bailado minutos antes, me dio mucha risa, la magia dejó de serlo para trasnformarse en un gag de comedia española.

4 de junio de 2008

Un voto de confianza para la justicia


Aunque todo lo que se publica últimamente me hace dudar del sistema judicial, ayer pude darle un voto de confianza por un tema. Desde luego a mi padre ya nadie le va a devolver la salud, arrebatada al dejarse la piel luchando por hacer lo único que sabía: educar a los hijos de otros; pero al menos nos queda la satisfacción de saber que la justicia le ha dado la razón. Y sobretodo, de ver que en medio de tanta artimaña política en la que salen perdiendo gente corriente que lo único que hace es trabajar, a veces el más débil sale airoso. Pero repito: a mi padre ya nadie le devuelve la salud, ni la energía, ni la ilusión por su negocio. El tiempo pone a todo el mundo en su lugar y esta sentencia es prueba de ello. ¡Olé lo padres guapos y valientes!


Lean la noticia, por favor


2 de junio de 2008

AIRE


Durante toda la semana le habían llegado noticias de antiguos amores frustrados. Individuos que en algún momento resquebrajaron su corazón de niña o joven ingenua. Uno por cada día de la semana. Lunes se casa, martes ha tenido un hijo, miércoles lo han ascendido y se marcha a New York, jueves te reenvío un correo en cadena y aprovecho para dar señales de vida, viernes te fue infiel con una de tus amigas…
A veces el pasado gira y gira en circunferencias concéntricas entorno a ella y ella se desgasta recordando ilusiones que le extirparon retorcidamente.

Llegó por la ventana un aire desconocido con un olor, color e intensidad nunca sentidos por ella hasta ahora. Ese aire le gustó, se metía muy dentro de ella, por qué aquel aire tan envolvente soplaba en aquella dirección, siempre pensó que soplaría en otra, pero no pudo contener el soplo, las ventanas quedaron abiertas irremediablemente.

Sábado. Sábado es… sábado.


Se sentaron en un banco, un banco cualquiera, con un café cada uno en la mano, acompañados de esa pereza que producen los rayos solares de la primavera. Se miraron fijamente. Volvió a levantarse ese aire, todos los sábados el mismo aire que la aturdía y la hacía sonreír. Se contempló en sus ojos y se vio reflejada en ellos tan hermosa que no sabía si realmente era ella. Entendió que quería seguir reflejándose en ellos son límites de tiempo. Aspiró el aire con agonía, no quiso dejar escapar ni un átomo. Se borró de su mente lo que había hecho durante la semana.


De repente recordó que simplemente había estado esperando la llegada de sábado.