31 de julio de 2011

En una Bola de nieve


Llevábamos más de tres meses sin vernos. Un tiempo en el que habíamos discutido día si, día no. Cogí el tren que me llevaba hasta Málaga preguntándome si realmente quería hacer aquel viaje. En el último mes había llegado incluso a pensar si él existía, si era real. Me había planteado tantas veces si aquella relación me llevaba a algo, que camino del norte de Irlanda me sentía absurda. Tenía la mente agotada y estaba cansada, en una semana había ido y vuelto de Cádiz a Sevilla 3 veces.
El viaje fue largo, un tren hasta Málaga y allí cogí el vuelo para ir a Belfast. Era diciembre y ahora, 8 meses más tarde, yendo en otro tren para Málaga (pero esta vez para pasar unos días de playa) no puedo parar de pensar en aquel viaje.
Tenía en mi cabeza bien pensado todo lo que iba a decirle. Llevaba semanas meditando y estudiando cómo expresar mis sentimientos, mis miedos y mis necesidades. Estaba dispuesta a poner fin a la distancia y al vacío que me llevaba comiendo meses. Creo que por momentos lo odiaba incluso por hacerme daño, aunque no lo hiciera queriendo.
El vuelo fue largo, muy largo. Antes de que yo aterrizara, los controladores aéreos españoles convocaron la huelga general. Si mi vuelo hubiera salido un par de horas más tarde, no habría podido irme.
En mi avión volaba un grupo de universitarios que iban a visitar a una compañera que estaba de erasmus. Intenté dormir pero sus partidas de cartas y sus risas no me dejaron. Parecía que no aterrizaríamos nunca.
De repente la isla de Irlanda apreció por la ventanilla, pequeña y blanca, totalmente cubierta por la nieve de los temporales que la azotaban lo último días El avión comenzó a hacer movimientos raros, creo que dimos vueltas y vueltas por el aire, me empezaba a impacientar, hasta que empezamos a tomar tierra.
El aterrizaje fue terrible, pasé miedo, me descompuse cuando vi a las azafatas sentarse. Fue el último vuelo que aterrizó en ese aeropuerto ese día y durante 2 días más, lo cerraron a causa del temporal de nieve. Habíamos estado a punto de aterrizar en Dublín. Si hubiéramos llegado más tarde, no podría haber aterrizado en Belfast. Los estudiantes aplaudieron cuando por fin paramos en el aeropuerto.
Pusieron el hilo musical del avión. Sonó Merry Christmas y los pasajeros aplaudieron con entusiasmo. Era 3 de diciembre, se acercaba la Navidad, adoro la Navidad.
Cuando bajé por las escaleras nevaba, el frío me dio en la cara, estaba en el norte de Irlanda, como todos los carteles me indicaban, tuve miedo no sé por qué.
Entré en el baño a pintarme para ponerme "guapa" las extranjeras me miraban. Siempre me miran cuando cruzo los Pirineos, creo que me miran incluso cuando cruzo Despeñaperros. Una vez más pensé: yo soy más africana que europea, cada vez lo tengo más claro.
Miré a mi alrededor: cabellos rubios, castaños cenizas y pelirrojos, lisos; ojos claros y pieles muy blancas. Me miré en el espejo: pelo oscuro, rizado y largo; ojos negros.
Siguiendo las instrucciones me subí en el autobús que me llevaba a la ciudad. Todo estaba cubierto de hielo y nieve. No veía la nieve desde que tenía 10 años. Comencé a ver paisajes verdes y blancos. Llevaba los pies helados del tiempo que había esperado en la parada.
Creo que en ese instante alguien nos metió en una bola de cristal de souvenir, de las que se regalan, donde hay miniciudades u otros motivos y al agitarlas caen copos de nieve. Ahí, estábamos metidos.
Por mucho que leía la impaciencia me comía, en la revista apareció un artículo titulado “Relaciones a distancia: ventajas e inconvenientes. Muy oportuno. Parecía que no lo iba a ver nunca, me preguntaba cómo lo encontraría.
Belfast apareció ante mi plagada de luces de Navidad, los ojos se me abrieron, ¿he dicho ya que adoro la Navidad? Parecía un cuento.
Me bajé donde él me había indicado, llevaba 8 horas de viaje. Pero no estaba, no lo encontraba y él a mi tampoco. Dimos vueltas en redondo por la estación uno detrás del otro, deseperados por reencontranos, hasta que así sucedió.
No puedo describir el momento. Quería besarlo, quería olerlo, quería tocarlo, quería odiarlo por la distancia... pero recuerdo que nos mirábamos una y otra vez, como si nunca antes nos hubiéramos visto –Tienes la nariz helada - me dijo. De repente se me pasó el frío. Ese alguien agitó la bola y cayeron estrellas azules.
Los días pasaron rápidos y nosotros tuvimos tiempo para, entre otras cosas, hablar mucho. No fue hasta el último día cuando realmente pude expulsar todo lo que llevaba dentro. Esos días me enfrenté a muchos de miedos: al vértigo entre otros.
Podríamos hablar de ultimatum, por parte de los dos, quizás si. Lo que realmente recuerdo es que yo quería abrocharme a él para no dejarlo de nuevo en Belfast. No quería volver sola.
La huelga de controladores se desconvocó y el aeropuerto de Belfast volvió a tener tráfico normal. En el fondo deseábamos tener que quedarnos atrapados por la nieve.
Llegamos de nuevo a la estación de autobuses en la que día antes nos habíamos buscado en redondo. Me pareció más pequeño e indefenso que nunca en el andén, agitando la mano para despedirse, teníamos ganas de llorar, pero ninguno de los dos lo hizo. Lanoche estaba de nuevo muy fría, el hielo se metió otra vez en mis huesos. E hice el camino a la inversa repasando en mi mente las escenas de esos días: los gigantes, el mercadillo, la nieve depositada en la ventana de mi habitación, las vírgenes iluminadas en las casas del barrio católico, nosotros…
Aterricé en Málaga, la luz era cálida. Sentí el sol en mi cara. Alguien nos había sacado de la bolita de nieve.
Volví a mis rutinas. Unos días más tarde me llamó -me vuelvo a España, ya tengo los billetes (...) me vuelvo porque te quiero (…)
Lloré sola en el piso de Cádiz. Me puse a contar los días que faltaban para el 18 de diciembre.

5 de julio de 2011

No me llames Dolores, llámame Lola

Se ha casado Lola, Loul o mi Lola, como solía llamarla cuando aún estaba en Ogilvy. Su boda no ha sido una boda al uso, tampoco lo es ella, ni su vida personal. Lola es de ese tipo de amigas con la que nunca te aburres, con la que sabes que quedar es una apuesta segura para la diversión.

Lola es capaz de hacer que sus amigas persigan a un tipo abominable y se escondan detrás de quiosquitos por el simple hecho de ver con quién ha quedado. Lola come fatal. Lola divierte con sus historias. Lola siempre tiene una sonrisa en los labios. Lola siempre fue sexy a pesar de sus imperfectas medidas.

Lola es tóxica, Lola va irremediablemente ligada a una de las mejores etapas de mi vida. Una etapa en la que nos partíamos la cara para salir adelante y en la que, sin un duro, salíamos todos los días y no parábamos de reír.

Lola supo compartir conmigo sus miedos y sus penas en una etapa donde lo que menos preocupaba era el futuro, sólo mirábamos el presente y pensábamos en montar aquella organizadora de bodas… una época en la que no había trabajo, ni novios; sólo tu descapotable y las ganas de pasarlo bien, aunque fuese 1 de enero y no hubiera nadie en la calle…eran tiempos de buscar planes para fin de año, eran tiempos de fiestas de tunos, eran tiempos de reagueton, eran tiempos de Bridgets.

Cuando te vi llegar entre aquellos olivos recordé una tarde de café en la que hablamos de cómo nos gustaría que fuesen nuestras bodas. Ya entonces el trabajo y los novios nos habían comido el terreno la una a la otra. Tu boda ha sido tal y como la describiste, en tu campo, en una tarde de verano y bailando salsa con Andrés; auténtica como tú eres Lola; única.

Ha sido para mí un fin de semana lleno de ilusión y de emociones, que tu boda me ha regalado: las charlas con mis niñas; las risas con Raul, Likus y Manolo; la gente del pueblo; el cachondeo por la actuación estelar de Maru; las llantinas durante la ceremonia; mi novio observándome a lo lejos y guiñándome mientras vosotros os dabais el sí quiero.

Lola ya eres una mujer casada pero para mí siempre seguirás la más Bridgets de las Bridgets.

Éste es mi homenaje para ti. Loul te quiero mucho.