Sevilla, abril del 66
La noche pasó entre sevillanas, flecos (cuiado que te enganchas) y copitas. ¡Dos manzanillas! Sabía que había sobrepasado su límite marcado por una férrea educación de colegio de monjas.
¿Quién se acordaba del aburrido de su novio?, ¿cómo podía haber desperdiciado cinco años de su vida con él?
Salamanca en un seiscientos tampoco tiene por que estar tan lejos.
Él la miraba; esa morena de boca carnosa y los ojos, no terminan nunca, -si tuvieras la cintura más pequeña, ¡te quebrabas!-
Tercera copa de manzanillas
Y que mala suerte también haberla conocido el último día; no importa, peor no haber visto semejante mujer en toda su vida.
Intercambio de teléfonos y de direcciones. Un par de llamadas furtivas. El sábado bajo a Sevilla a verte.
Terminando de pintarse el rabillo escucha un claxon
En la puerta de su casa un deportivo rojo (¿quién había dicho seiscientos?) un ramo de flores y una pulsera de plata -por guapa, por simpática y porque ¡me tienes loco!, ¿puedo venir a verte los fines de semana? Yo hablo con tu padre, para que esté más tranquila-
No es que...
Y es arquitecto, ¿sabes? mira que pulsera me ha regalado y eso que todavía no le he dicho que si
Suena el teléfono, será mi salmantino
-Hola bonita, ¿cómo estás?, necesitaba hablar contigo. Mi padre anda malo...su acento es marcadamente sevillano.
El deportivo rojo vuelve a pararse en la puerta, viene con otro ramo de flores. Ella no baja.
La espera mientras que descuelgan el teléfono es eterna, al otro lado del inalámbrico un frío y simple -Lo siento, he vuelto con mi novio.
16 de septiembre de 2008
10 de septiembre de 2008
PROBABLEMENTE
Este mes hace 10 años que entré en la Universidad, este mes se ha casado una de las amigas a la que más quiero de mi carrera.
Por eso en estos días me ha dado por pensar en lo que era y pensaba llegar a ser hace justo una década y en todo que me ha ocurrido. Hoy es uno de esos días en los que a una le gustaría tener una maquinita para volver atrás en el tiempo y cambiar lo que te hizo daño o hacer aquello que dejaste en el tintero.
Si esa maquinita exisitiera, si pudiera situarme en 1998, sabiendo todo lo que vendría después, probablemente no hubiera estudiado periodismo, haría caso a todos los que se afanaban en convencerme para que estudiara una ingeniería o mejor aún ignoraría a mis padres y me hubiera ido a Granada a hacer sociología.
Probablemente, no me afanaría en terminar cada curso por año y hubiera dedicado más tiempo a salir, a viajar, a divertirme. Hubiera buscado un trabajillo para sacarme unas perris y hubiera dilatado mi paso por la universidad para alargar los veranos de 2 meses y las semanas santas y ferias sin estar pendiente de un reloj que te dice las pocas horas que vas a dormir antes de que suene la alarma.
Probablemente, hubiera ido de beca Erasmus, a París o a cualquier destino despreciado por el resto de la comunidad estudiantil y hubiera pasado 6 ó 9 meses simplemente contemplando la hermosura de la vida en el extranjero.
Probablemente, no me hubiera metido en extraños triángulos de amor. Entones no hubiera anhelado 4 años a que el niño del que estaba enamorada se decidiera a dejar a su novia para estar conmigo. Ni lo hubiera esperado cada viernes en la puerta de Gonzalo Bilbao. Y me habría dado cuenta de que mi mejor amiga me la jugaba con él .
Probablemente, jamás hubiera dejado de nadar y me hubiera apuntado a bailar porque entonces los estudios no serían tan importantes como para olvidar mis aficiones.
Probablemente, hubiera sido menos responsable y fatiguita con las obligaciones.
Pero lo más probable, es que al meterme en la máquina pidiese que borraran de mi mente todo lo aprendido en este tiempo; y así regresaría al 11 de septiembre de 1998 tal y como era sin el bagaje de los 28. Con la misma inocencia, con las mismas ilusiones y con las mismas incógnitas que me hacían vibrar.
Y accionada la maquinita volvería a cometer todos y cada uno de mis errores para emocionarme en mis clases de literatura, para conocer a las Antonias, y a Gloria, incluso a Sara; volvería a renunciar a salir y a hacer deporte para estudiar porque eso me ha enseñado a ser más fuerte. Volvería a hacer los trabajos mil y una vez para estar con mis compañeros, para investigar, para hablar de lo divinio y lo humano entre página y página de word.
Volvería a ser la misma pardilla, que siempre estaba en su mundo. Volvería a acatar el horario que me imponían y a marcharme los viernes cuando los demás comenzaban a estar borrachos. Volvería a desechar la idea de la Erasmus por mil motivos.
Y a esperar el trabajo de mis sueños, para ser una mil eurista.
Volvería a llorar y a desengañarme 100 veces por aquel niño porque con el tiempo lo recuerdo con ternura y porque si no, no amaría como lo hago al hombre que ahora tengo a mi lado ni valoraría tanto lo que estamos construyendo.
Recorrería cada baldosa de mi camino, una a una, las mismas de entonces; con esperanza, mirando siempre adelante, como yo suelo hacer. Y llegaría al 11 de septiembre de 2008 tal y como soy y estoy; sin nada más y nada menos; guardando dentro de mi las experiencias de esta década que tan feliz y fuerte me han hecho.
A todos los que me habéis acompañado en este recorrido. Muchas gracias. Dentro de 10 años os volveré a contar.
Por eso en estos días me ha dado por pensar en lo que era y pensaba llegar a ser hace justo una década y en todo que me ha ocurrido. Hoy es uno de esos días en los que a una le gustaría tener una maquinita para volver atrás en el tiempo y cambiar lo que te hizo daño o hacer aquello que dejaste en el tintero.
Si esa maquinita exisitiera, si pudiera situarme en 1998, sabiendo todo lo que vendría después, probablemente no hubiera estudiado periodismo, haría caso a todos los que se afanaban en convencerme para que estudiara una ingeniería o mejor aún ignoraría a mis padres y me hubiera ido a Granada a hacer sociología.
Probablemente, no me afanaría en terminar cada curso por año y hubiera dedicado más tiempo a salir, a viajar, a divertirme. Hubiera buscado un trabajillo para sacarme unas perris y hubiera dilatado mi paso por la universidad para alargar los veranos de 2 meses y las semanas santas y ferias sin estar pendiente de un reloj que te dice las pocas horas que vas a dormir antes de que suene la alarma.
Probablemente, hubiera ido de beca Erasmus, a París o a cualquier destino despreciado por el resto de la comunidad estudiantil y hubiera pasado 6 ó 9 meses simplemente contemplando la hermosura de la vida en el extranjero.
Probablemente, no me hubiera metido en extraños triángulos de amor. Entones no hubiera anhelado 4 años a que el niño del que estaba enamorada se decidiera a dejar a su novia para estar conmigo. Ni lo hubiera esperado cada viernes en la puerta de Gonzalo Bilbao. Y me habría dado cuenta de que mi mejor amiga me la jugaba con él .
Probablemente, jamás hubiera dejado de nadar y me hubiera apuntado a bailar porque entonces los estudios no serían tan importantes como para olvidar mis aficiones.
Probablemente, hubiera sido menos responsable y fatiguita con las obligaciones.
Pero lo más probable, es que al meterme en la máquina pidiese que borraran de mi mente todo lo aprendido en este tiempo; y así regresaría al 11 de septiembre de 1998 tal y como era sin el bagaje de los 28. Con la misma inocencia, con las mismas ilusiones y con las mismas incógnitas que me hacían vibrar.
Y accionada la maquinita volvería a cometer todos y cada uno de mis errores para emocionarme en mis clases de literatura, para conocer a las Antonias, y a Gloria, incluso a Sara; volvería a renunciar a salir y a hacer deporte para estudiar porque eso me ha enseñado a ser más fuerte. Volvería a hacer los trabajos mil y una vez para estar con mis compañeros, para investigar, para hablar de lo divinio y lo humano entre página y página de word.
Volvería a ser la misma pardilla, que siempre estaba en su mundo. Volvería a acatar el horario que me imponían y a marcharme los viernes cuando los demás comenzaban a estar borrachos. Volvería a desechar la idea de la Erasmus por mil motivos.
Y a esperar el trabajo de mis sueños, para ser una mil eurista.
Volvería a llorar y a desengañarme 100 veces por aquel niño porque con el tiempo lo recuerdo con ternura y porque si no, no amaría como lo hago al hombre que ahora tengo a mi lado ni valoraría tanto lo que estamos construyendo.
Recorrería cada baldosa de mi camino, una a una, las mismas de entonces; con esperanza, mirando siempre adelante, como yo suelo hacer. Y llegaría al 11 de septiembre de 2008 tal y como soy y estoy; sin nada más y nada menos; guardando dentro de mi las experiencias de esta década que tan feliz y fuerte me han hecho.
A todos los que me habéis acompañado en este recorrido. Muchas gracias. Dentro de 10 años os volveré a contar.
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